Sombras Proyectadas

Ejercicio de escritura creativa grupal en tres fases:

1. Elección de Binomios Fantásticos.
2. Hacer frases con los binomios escogidos e intercambiar las frases.
3. Sacar al azar un arcano mayor del tarot y crear una historia que incluya la frase escogida.

Frase escogida: «Midiendo sin parar, creé el universo».
Arcano Mayor revelado: XVIII – La Luna

Perdida en la oscuridad y obnubilada por tus sinuosos movimientos,
Empecé a seguirte siempre desde las sombras.
Bailando con el resto de astros me deleitaba
En tus formas, redondas y oscilantes.
Me llenaba de ellas y las ansiaba gozosa
En silencio, en secreto.

Todos los demás eran conscientes de nuestro baile,
Pero tú nunca buscabas mi mirada.
Con el paso del tiempo intenté acercarme más a ti,
Pero sentía en lo más profundo de mi ser,
Que la distancia que nos separaba
Era a la vez la que
Nos mantenía con vida.

Poco a poco me fui obsesionando
Con esa distancia tóxica que nos aislaba
Y la cotejaba con la todos los demás integrantes
De aquella dolorosa danza.
Calculaba sin cesar, y me comparaba con todas ellas.
Y al final, «midiendo sin parar, cree el universo.»

«I remember when I met you
All the stars were hanging in mid-air
In these moments – nothing mattered
But the way you caught me in your stare»

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Ferretería Gutierrez

Ferretería Gutierrez no era un local como los demás. Había experimentado a lo largo de su historia, siete generaciones de la misma familia sin apenas modificar su esencia. Vio cómo cambiaba su calle, su barrio, su ciudad e incluso el clima. Experimentó la transformación de la forma en la que la gente se relacionaba, el modo en la que se realizaban las transacciones e incluso finalmente contempló como poco a poco los negocios locales tradicionales se fueron apagando en detrimento de las emergentes llamas de las compras online que cada vez fulgían y crepitaban con más fuerza. Apenas quedaban ya pequeños locales familiares en su barrio. Todo eran sucursales de bancos, mercadonas o pequeñas franquicias variadas. Sus aledaños se habían vuelto un continuo hervidero de laboriosas hormiguitas sonrientes con uniformes azules, amarillos o naranjas, entregando paquetes de los más variopintos tamaños. Eran tiempos hostiles para aquel pequeño local, pero si algo caracterizaba a los Gutierrez era la perseverancia. 

En la octava generación, tras pedir su tercer préstamo para evitar la quiebra, el joven Ferrán de 36 años, tuvo una idea para intentar revitalizar el negocio. Aficionado a la grabación como hobbie y habilidoso en las artes plásticas, decidió utilizar su almacén como lugar de rodaje clandestino para artistas emergentes. Al inicio, usaba la mercancía que tenía en stock para crear sus escenarios ambientados en las distintas y excéntricas peticiones de sus clientes, ya que en el fondo, no tenía muchas perspectivas de poder venderlas de otra forma. Para su sorpresa, cada vez llegaban más y más encomiendas. Tras su éxito, empezó a encargar nuevos materiales y experimentar con las formas y estructuras en cada nuevo pedido. Todos quedaban sorprendidos y abrumados por la calidad y emoción que transmitían sus creaciones. El joven Gutierrez había descubierto sin saberlo, su vocación oculta y con ella, una habilidad innata con la que expresar su rabia y emociones contenidas durante tanto tiempo. No obstante, sus nuevos consumidores eran casi exclusivamente artistas, y como tales, pocos podían pagarle lo suficiente como para convertir esas actividades en algo rentable que pudiera salvarle de la inminente bancarrota. 

Sin embargo, cuando estaba a punto de darse por vencido, uno de sus clientes recurrentes le informó del éxito sin precedentes de una de las performances rodada en su trastienda. El director de la obra estaba eufórico. Las palabras se le trababan mientras intentaba explicarse así que decidió ir al grano y le propuso un contrato de exclusividad acompañado de un buen montón de billetes sobre su mostrador. Todo aquel dinero cayó pesadamente contra el cristal y con descaro le propuso una única condición,  guardar su más estricta confidencialidad sobre aquel pacto pues en la mayor parte de los casos se trataría de actividades poco lícitas. Ferrán pudo notar la mirada punzante y desaprobatoria de todos sus ancestros mientras, billetes en mano, aceptó el trato sin dudarlo.

Las “obras” que rodaba eran en su mayoría lo que el artista denominaba “Steampunk Burlesque”. Solían tener un escueto guión y un aún más ligero e inexistente vestuario. Al inicio el ferretero reconvertido era quien realizaba la grabación y edición de las escenas, pero poco a poco y cada vez más traumatizado con lo que en ellas veía, decidieron contratar a un cámara profesional para sustituirle. Con el tiempo, apenas tuvo que hacer nuevos decorados, pues iban reutilizandolos y para desgracia del mañoso emprendedor, los consumidores de aquellas grabaciones apenas se percataban de ellos. Ferrán parecía aburrirse. En apenas un mes había saldado todas sus deudas aún habiendo tenido que invertir en insonorización, mobiliario y limpieza. Todo parecía ir sobre ruedas, pero cada día que pasaba notaba como iba creciendo en sus adentros una pequeña semilla de desazón. Necesitaba crear, experimentar y compartir con desconocidos sus obras. Lo único emocionante que le ocurría era atender a los escasos repartidores rezagados que entraban por error buscando el número siete de aquella calle o a los hombres de negocios con abultadas carteras que necesitaban cambio de efectivo para abonar los anticuados parquímetros de su zona. Todo el mundo tenía prisa, nadie se paraba a conversar.
El artista y el ferretero establecieron una contraseña para evitar malentendidos y separar así desde el inicio a aquellos que iban al almacén a rodar de los que simplemente entraban a preguntar. En algunos casos era obvio, pues acudían con lo que parecían androides antropomorfos de pequeño tamaño o  incluso animales mecánicos y artilugios abstractos cuyos usos prefería no identificar. Sin embargo, otras veces no era tan evidente y podían darse situaciones incómodas como la de aquella mañana.

–¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle?

–Buenas, venía a por una broca gorda de gran tamaño. La necesito con buen aguante y a ser posible todo-terreno. Últimamente les estoy dando tan fuerte que apenas me duran. He buscado por toda la ciudad pero nadie la tiene con el grosor y longitud que necesito. Me han dicho que aquí la encontraría seguro.

–…P…Pero…¿No eres un poco joven para esto?– Expresó anonadado el dependiente al ver a aquel adolescente apenas imberbe.

–¿Qué tendrá que ver la edad? Se me da bien esto desde los 10 años. Mi tío me inició y como le gustó mucho como lo hacía se lo contó a toda la familia. Luego seguí con mi padre y a veces hasta con mi abuelo también. Luego se corrió la voz y seguí con los vecinos y con quien lo necesitase. Todos acaban muy satisfechos y me saco un buen dinerito extra con ello.

–…–

–¿Se encuentra bien? ¿Tiene una broca como la que necesito o no?…Señor, se está quedando pálido, debería sentarse. ¿Le llamo a una ambulancia?¡¿Señor?!

Crónicas efímeras

Abro los ojos y veo mis pequeñas manos ante mi. Diminutas, inocentes, llenas de energía y arena a partes iguales. Sostengo en una de ellas un pequeño rastrillo azul a juego con mi bata a cuadros. Alejo la vista y contemplo mi alrededor. 

Me encuentro dentro de un cuadrado de arena rodeado de pequeños humanos diminutos y gritones. Todo el ambiente está lleno energía, ruido, juegos y movimiento. Algunos de esos molestos seres se tiran del pelo, otros se comen la arena, otros diseccionan un pobre insecto pero entre todos ellos hay uno que me mira fijamente desde una esquina. En ese momento pestañeo y el niño aparece frente a mi y me grita: -“¡Despierta!”

Vuelvo a abrir los ojos y una húmeda sensación invade mi cuerpo. Mis pies con sus largos dedos se asoman orgullosos fuera del agua. Todo mi cuerpo está relajado y vuelvo a incorporar mi cabeza para dejarme llevar en el vívido azul del cielo. Las nubes avanzan pausadas creando formas en el aire. Una suave brisa recorre todo mi cuerpo en la superficie. De fondo se oyen las cigarras recitando incansables su mantra estival. Las oigo aún debajo del agua. Me dejo llevar por sus ritmos y en perfecta flotación, mi desnudo y despreocupado cuerpo, se siente liviano, casi etéreo. Mis peludos brazos y largas piernas flotan sin oponer ninguna resistencia. Mi mente también flota con ellos, siguiendo el ritmo que marca el agua, bailamos sincronizados dejando que sea ella la que me guíe. De pronto algo turba esa armonía, abro los ojos y veo que no estoy solo en aquella piscina. Algo más flota junto a mi. Al verle, se rompe el hechizo, se desmonta aquel nirvana y la extraña figura incorporándose con porte serio me mira a los ojos y me grita: “-¡Despierta!”

Aún sobresaltado vuelvo a abrir los ojos y veo ante mí mis flexibles y ágiles dedos sosteniendo con fuerza un lápiz 2hb. Sus colores negro y amarillo distraen mi mente haciéndome pensar en las avispas alertando de su toxicidad. La incomodidad que sufren mis glúteos y la rigidez que sufre mi espalda me hacen volver a la realidad. Esta vez estoy en un aula de la universidad llena de otros jóvenes agarrando inquietos sus lápices y mareando sus hojas. Un fuerte chorro de aire acondicionado me sopla fuerte y directo en la nuca envolviendola en su gélido aliento para añadir incomodidad y tensión a mi cuerpo. Me vuelvo a centrar en mis manos para intentar salir cuanto antes de aquel inhóspito lugar pero me encuentro con mis dedos meditabundos y debatiendo sobre qué casilla de las cuatro tendrían que marcar. Será la a), la b), la c) o la d) ninguna de las anteriores? Estiro sutilmente mi cuello hacia delante para intentar ver con disimulo que contestó mi compañero de la fila delantera. Cuando estoy a punto de discernir qué casilla es la que debo señalar, una robusta mano me agarra el hombro desde atrás y me devuelve a mi postura incómoda inicial. El vigilante del examen avanza varios pasos bajando uno de los escalones para entrar en mi campo visual y decirme con rudeza a los ojos:”-¡Despierta!”

Exaltado me incorporo perezosamente en la cama y veo a mi pareja de pie con semblante irritado:

“-¡Lleva sonando la alarma media hora! Llegarás tarde al trabajo otra vez. ¡Despierta!”

«Your eyes are smiling now
They watch me cry, they watch me die, watch me die
I can dream, I can dream
I can dream that I’m someone else»

Vals Lo-Fi

Es curioso como nuestra mente hila nuestros sentidos en un telar en el que poco a poco se van reconociendo formas y colores, el cual inexorable se extiende y se compacta en rítmicas puntadas con los más variopintos materiales. Rescatado de un olvidado cajón, conecto las extremidades de un pequeño aparato a mis oídos y tembloroso me atrevo a pulsar el símbolo del triangulo. La santa trinidad orientada hacia la derecha, confeccionada con tecnología ahora extinta, empieza a emitir sonidos capturados en el tiempo. Magia, piensa mi cerebro, brujería hipnótica que me transporta a otra época, una rellena de experiencias y sentimientos ahora distantes. Cierro los ojos y los bailarines se deslizan grácilmente en húmeda y acompasada elegancia a través de mis mejillas. Nadie los retiene, la música sigue sonando, sus movimientos se entrelazan en segundos que son eternos desplazándose rítmicos hasta que la pista de baile desaparece y caen al vacío abrazados sin dejar de sentir la vibración que les mantiene en inerte movimiento.

Suenan fragmentos del pasado, vestidos con sus mejores ropajes para impresionar, todos quieren participar en el gran vals. Máscaras, abalorios, florituras, todos oscilando acordes a la cadencia esperada. Expectativas ahora volátiles y cambiantes, sin duda un baile difícil de seguir. Los contendientes van siendo eliminados y se crea acompasado al ritmo dominante, un coro indignado e increpante que no pierde detalle de aquellos que sí han logrado mantenerse en el centro del escenario. Cambia el fragmento y la sala se llena ahora de abanicos y purpurina. El suelo se torna oleoso y los movimientos se vuelven mas íntimos y enérgicos. Una explosión de color y energía lo invade todo y el telar tiembla con puntadas de colores prohibidos e indecorosos.

Es curioso como los sonidos del pasado pueden desplegar semejante estallido de reacciones químicas y mentales. Es curioso como las heridas cicatrizadas pueden volver a supurar en cualquier momento con el estímulo correcto. Es llamativo la curiosidad y la melancolía. Por eso, ante la duda, cierra los ojos y baila!

«Size matters,
But not how you think,
I’m talking ‘bout your heart,
And what you do with it.

The more seeds you plant,
The more flowers will grow.
So, big up the love ‘til it overflows!»

Utopías Fútiles

Me gusta jugar y divertirme. Me gusta viajar a otros mundos, otras culturas. Embriagarme en olores, colores y sabores exóticos nunca antes experimentados. Me gusta extasiarme en los detalles insignificantes y atesorarlos inmortales en algún rincón oculto de mi fragmentada mente soñadora. 

Me gusta perderme en las miradas ajenas escuchando lo que susurran entre cada pestañeo. Me gusta nadar en esa energía primigenia humilde y honesta para nutrirme de sus historias y experiencias. Me gusta el lenguaje no verbal, porque no está entrenado en las florituras. Me gusta su inocencia y candidez. Me gusta sentir sin tocar y tocar sin invadir. 

Me gusta imaginar que mi lápiz es un cayado mágico que  transforma en bosques las guerras, que transmuta el odio/miedo en creatividad/sensibilidad. Me gusta saborear esos mundos imaginarios con ciudades en equilibrio con la naturaleza. Donde las semillas tienen más valor que el fruto ya terminado. Donde se cocine todo a fuego lento, sin prisa, paladeando cada momento. Donde no haya etiquetas ni mentes estrechas, resecas y decrépitas ancladas en una dualidad artificial heredada. 

Me gustan las sociedades críticas que aprenden de sus errores, que avanzan en grupo valorando sus diferencias. Me gusta y me erotizan esas mentes abiertas, jugosas y vívidas que se expanden en cada latir. Me gusta el silencio y la quietud. Me gusta la brisa del mar y el ruido hipnótico de las hojas al mecerse. Me gusta la soledad cuando es elegida. Me gusta el homo sensorium como única vía de evolución del ser humano.

Ahora bien, no me gusta la imposición cuando no está argumentada. No me gustan las mentes cerradas que se escudan en el pasado para no vivir su presente y destruir así el futuro. No me gusta el despertador ni las mañanas en general. No me gusta sentir que pierdo el tiempo ni hacérselo perder a los demás. 

No me gusta la opresión textil con la que intentamos olvidar que somos animales débiles y desprotegidos que buscan cobijo en sus marañas de asfalto y contaminación. No me gusta que sea tendencia el crossfit y los cuerpos perfectos. No me gustan las dietas ni las calorías. No me gusta lo superficial ni las apariencias.

No me gusta cómo instrumentalizamos las emociones aunque sea de forma inconsciente. No me gustan los aduladores ni los juegos de humo y espejos. No me gusta la falsedad ni las jerarquías humanas. No me gusta generalizar ni ser tan tajante.

No me gusta la falta de respeto, la discriminación ni la soberbia. No me gusta la gente tocona ni la que solo se oye a sí misma. No me gusta y repudio lo que en un mundo enfermo llaman normalidad. No me gusta quien defiende ciegamente valores y creencias adquiridas en tiempos de espadas y curas sin razonarlas debidamente. No me gustan las sectas que adoctrinan inflexibles en el odio, el castigo y el miedo. En definitiva, no me gusta el homo sapiens neoliberalis ni sus anclajes neandertales. 

«Todas las caras son la misma
Bonitas palabras me cuentan bonitas mentiras
Y aunque es verdad que en esta vida todo es mercancía
Yo quiero creer todavía»

Ouroboros

Desperté de nuevo en aquella horrible habitación acolchada. Notaba cierto picor en el cuello pero me fue imposible aliviarlo. Seguía teniendo aquella camisa de fuerza bien apretada. Nunca había intentado nada violento, no le veía el sentido a aquello. Al igual que tampoco lograba entender porqué debía llevarla en todo momento. ¿Qué clase de sociedad encerraba a la gente con conocimiento? Mientras cavilaba en mis pensamientos, Edgar y James irrumpieron en mi mullida habitación. No eran sus nombres reales, pero me gustaba recrearme inventando historias sobre ellos en todas esas horas muertas. Cómo al llegar a casa se abrazaban con sus viriles brazos sollozando y compartiendo los horrores que vivían en aquel lugar cada día. O quizás haciendo barbacoas con sus distantes mujeres y mundanales vecinos para camuflar el amargor que arrastraban consigo y que no dudaban en compartir tan afectivamente cada día cuando venían a visitarme. Aquella incursión significaba que había llegado la hora de mi cita diaria con el Doctor Fischer. Doctor… Cuán irónico se me hacía siempre aquel ostentoso título.

— Buenos días, John. ¿Qué tal has dormido hoy? ¿Sabes en qué año estamos?

Así empezaba siempre. Como un mantra escupido sin ningún interés.

 

Desde que tengo uso de razón, nací maldito con la extraña habilidad de recordar cada vida pasada como si todas ellas fueran una sola. Había sido hombre, mujer, asesino, víctima, famoso e insignificante… Distintas carcasas pero en el fondo la misma esencia. No fue nada fácil, la verdad; tras innumerables muertes prematuras, tuve que aprender sobre la marcha para sobrevivir en este mundo demente, pues por fuerte que sea el vínculo de una madre con su hijo, cuando este empieza a hablar desde que nace, rara vez el amor vence al miedo y la pobre criatura apenas llega a cumplir el año de vida. Tuve que adaptarme y mentir vilmente para subsistir. Usaba mis experiencias pasadas para darle más verosimilitud a mis tretas. Aprovechaba las ventajas y desventajas del cuerpo, familia y sociedad en los que había nacido para intentar aprender más sobre lo que me pasaba. Si había más gente como yo, si había alguna forma de pararlo, algo, lo que fuera…

 Por desgracia, nunca llegué a nada concluyente y con cada nuevo inicio, todas esas memorias acumuladas se me iban haciendo cada vez más y más pesadas hasta el punto de sobrecargarme. Es como intentar atravesar a nado un ancho y profundo río con cadenas de plomo ancladas en el cuerpo y en el alma. Llega un punto en que los recuerdos se mezclan con las mentiras y solo te queda lanzarte al placer silencioso de las drogas en todas y cada una de sus variantes. Evadirse hundido en el tedio insufrible de este lastre del que no logro desprenderme. No obstante, mis recuerdos empezaban siempre en mi tierra natal. Una civilización que nunca apareció en ningún mapa o libro. Una antigua comunidad que desapareció de la noche a la mañana sin dejar rastro. 

 

—Estamos a 13 de abril del 2018, y todo bien gracias. Aunque esa medicación que me das no es lo suficientemente fuerte, me temo.

—Llevamos ya doce años de tratamiento y sigues sin ninguna mejoría. En breve me quedaré sin opciones para poder ayudarte.

—”Un pájaro nacido en una jaula, cree que volar es una enfermedad”.

—Tu frase favorita. Hoy has tardado poco en decirla. ¿Sabes que no es real todo lo que narras, verdad? Te escudas en tu maldición para evadir el problema. Háblame de tu esposa. ¿Cuándo la viste por última vez? ¿Lo recuerdas?

 

Cuando el doctor Fischer se sentía atacado o frustrado siempre sacaba el tema de mi ex-mujer actual. Es curioso como con el paso del tiempo y las vidas, el amor tradicional y monógamo pierde todo su sentido. Es solo una droga más a la que aferrarse para evadirse y hacer como que todo tiene sentido.

—La última vez que la vi fue aquel día en que fuímos a hacer rafting al río y desapareció —repetí una vez más siguiéndole el juego.

—Cuéntame de nuevo. ¿Qué pasó exactamente ese día?¿Iba a dejarte? ¿Estaba embarazada? ¿Cómo pudo perderse si ibais los dos juntos en la canoa? Me interesa que hagas especial hincapié en tus sentimientos al respecto.

—Sentimientos…Cuando acumulas tantas vidas, se convierten en una simple palabra. Carecen de sentido. Son solo etiquetas que usas para catalogarme como a un objeto más de ese hermoso libro tan gordo que tanto ojeas. Qué poco avanzados estáis después de todo este tiempo…Y sobre todo cuán desproporcionado tenéis el ego. ¿Qué conseguís reteniendome aquí contra mi voluntad?

—Suficiente por hoy. Sigues sin colaborar.. .—Cerró su cuaderno. Podía oler su frustración desde el otro lado de la habitación—. James, proceda a inyectarle doble dosis hoy. 

Desperté de nuevo en aquella horrible habitación acolchada. Esta vez no me picaba el cuello, pero sufría una fuerte migraña. ¿Estaré loco de verdad? ¿Cómo puedo recordar todas estas vidas? ¿Tendrá Fischer razón? ¿Me lo invento todo para evadir la culpa y el dolor? ¿Qué le habrá pasado a mi ex-mujer? ¿Existía acaso? Si estaba loco, ¿cómo es que puedo hablar 17 idiomas tan fluidamente incluyendo sus dialectos? ¿Cómo puedo almacenar conocimientos avanzados en tan diversos ámbitos de la ciencia? ¿Qué clase de crimen pude haber cometido para verme sometido a tan vil tortura? Atado y drogado viendo como se me consume esta vida. No volveré a mencionar esta maldición. Si en otra vida me volvieran a encerrar en un sitio parecido… solo espero que por lo menos la psicología y la farmacología hayan avanzado lo suficiente para que me toque un doctor competente.

«It isn’t easy for me to let it go
Cause I’ve swallowed every single word
And every whisper, every sigh
Eats away this heart of mine
And there is a hollow in me now»

Domingos y Unicornios

Era un domingo como cualquier otro. Sin alarmas, sin prisas, sin expectativas. No sé qué hora sería, pues aún estaba todo bastante oscuro, pero decidí levantarme dejando atrás aquella cama. Me desperecé lenta y meticulosamente mientras él yacía dormido a mi lado, desnudo y encogido como un ovillo de lana. Se veía en su cara el placer y la inocencia de un sueño placentero, profundo y reparador. Conociéndole, aún le quedarían varias horas hasta que empezara a dar señales de vida.

En riguroso silencio, me deslicé hacia el comedor a observar por la ventana. Ninguna señal de vida en aquel tranquilo vecindario. Ningún coche, ningún pájaro, ni siquiera las briznas de hierba se movían. Satisfecho pero aburrido por la quietud, puse rumbo a iniciar mis rutinas matinales. Un poco de yoga, algo de meditación, mi cita ineludible con mi tránsito gastrointestinal y mi posterior sesión prolongada de aseo y cuidado personal. Para cuando hube acabado, ya empezaron a salir los primeros rayos de sol. Él seguía inerte en nuestro lecho pero boca arriba y con media pierna peluda fuera del edredón. No tenía pinta de querer despertar.

Sediento, decidí ir a la cocina, que en aquel piso tan pequeño resultaba estar justo frente a la cama. Tomé un poco de agua y volví a desperezarme lenta y metódicamente. La verdad es que tenía bastante hambre pero no encontraba nada de mi agrado en aquella diminuta barra americana. Me puse frente a su taza favorita, una colorida y robusta llena de unicornios y arcoiris. Intenté llamar su atención haciendo ruido, pero no parecía darse por aludido. El hambre empezaba a ser insoportable, así que decidí actuar.

Empujé sutilmente la taza hasta el borde de aquella resbaladiza y diminuta barra y observé, a cámara lenta, como ésta iba rotando en el aire hasta estallar ruidosamente contra el suelo desperdigando trozos de aquella colorida porcelana por toda la habitación.

Él se levantó sobresaltado. Yo, en cambio, le miré con tiernos ojos hambrientos ronroneando, esperando a que nuestras miradas se cruzaran para decirle, mientras removía mi tazón metálico, uno de mis más inocentes “Miau”. 

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«I like it when you take control
Even if you know that you don’t
Own me, I’ll let you play the role
I’ll be your animal
I’m only good at being bad, bad»

Tonos, Atmósferas y pies fríos – Escritura Creativa

Seguridad en la oficina - YouTube

Antes de poder dejar la chaqueta colgada en la silla, un insoportable sonido redundante me hace entrar en trance y activar mi modo autómata.

–Auchan, ¿dígame? –escupo inconsciente sin intención alguna de querer captar ningún mensaje. Mi interlocutor grita en otro idioma una verborrea rabiosa exigiendo que su afrenta sea desmesuradamente compensada. Asiento y escucho impasible mientras mi mano garabatea sin mi permiso en un post-it para recordar que en algún momento mi yo del futuro deberá solucionar todo aquel fingido agravio. Mientras tanto, oigo mi voz, rebelde pero astuta, repitiendo las últimas palabras de las frases de aquel furibundo agresor en fingida escucha atenta para reconfortarle exaltando la falsa jerarquía que nos separa y a su vez que tanto le enaltece. Sin embargo, tras aquella lamidita psicológica, el tono de la conversación se rebaja y se despide con un amigable “Que tengas un buen dia, un abrazo”. –Igualmente,– le contesto sonriendo como si pudiera verme. – Puto gilipollas,– añado una vez colgado el teléfono. 

Se crea un pequeño vacío tras aquella llamada, como si mis sentidos se desconectaran por unos segundos en señal de rebeldía, como si intentaran avisarme de que no hay nada ahí que merezca la pena percibir. Pero al poco vuelven a activarse paulatinamente. 

El primero, el paladar, reclamando la sustancia negruzca y amarga que me da la vida día tras día a esas tan intempestivas horas.

El segundo, la vista, perdiéndose en mis tres plantas que me rodean. Observando embelesado cada tallo, cada hoja, cómo se mecen todas ellas en las vibraciones y cómo crecen absorbiendo todo aquel veneno que se acumula aportando los únicos tonos verdes y vivos a aquel entorno lúgubre y artificial. Entre todo ese verdor me pierdo y me recreo, creyéndome libre en medio de aquella naturaleza encapsulada, creciendo indómita por más que la maltraten.

El tercero en reconectar es el oído, identificando las cinco conversaciones simultáneas en distintos idiomas que se están llevando a cabo a escasos centímetros de mí. Todo entremezclado con el sonido de los otros posibles veinte teléfonos sonando con sus respectivas posibles conversaciones posteriores y de lejos, en repetición constante, la indomable impresora escupiendo hojas en rítmicos intervalos como recitando incansable un mantra que en mis oídos parece decir: “Hu-ye-de-a-quí. Hu-ye-de-a-quí”

Por último, el más cruel, el tacto hace mella en mí. En apenas diez minutos, percibo mis pies entrando en un severo estado de hipotermia inducido por la extrema humedad de la pared que tengo a mi vera. Los levanto del suelo, trato de ejercitarlos, pero todo en vano. Nada parece resucitarlos, y siento como solo el ardiente héroe de amargo negror puede devolverles su ya casi extinta vida. 

En los océanos de mi incomodidad me pierdo, intentando flotar con esfuerzo, apartando las montañas de post-its que se acumulan ya sin darme apenas cuenta. Reúno determinación y decido levantarme y ponerme de nuevo el abrigo.

–Me voy a por un café. Ya volveré .–Digo en voz alta sin dirigirme a nadie en especial.
–O no, ya veré  –Se me escapa irreverente en voz baja.

«You want a hot body? You want a Bugatti?
You wanna live fancy? Live in a big mansion?
Look hot in a bikini? You better work bitch…»

 

Ejercicios de Estilo – Escritura Creativa

Relato original

Agazapado en la esquina, dentro del armario, observo a través de la rendija, el juego de luces y sombras que acontece en mi habitación.

A intervalos de tres segundos, oigo ruidos subiendo por las escaleras que dan a mi cuarto. Los oigo rítmicos, pausados, como si algo denso y pesado se arrastrara con esfuerzo entre los escalones. Percibo suspiros y jadeos, pero no logro discernir si son míos o de aquel ser. De pronto, noto humedad y un olor acre visceral que invade toda la estancia. 

Los gemidos son ahora ya cada dos segundos. Poco a poco siento su presencia cada vez más cerca, y mi cuerpo, rígido y tenso, no puede dejar de sudar. Ansío cerrar los ojos y taparme los oídos como si eso fuera a volverme invisible, pero algo turbio y oscuro me impide apartar la mirada de aquella diminuta línea morbosa llena de ininteligibles formas.

El ruido pasa a intervalos de un segundo y percibo esbozos de algo metálico rozando el parquet entremezclado con los gemidos. Mi corazón late ahora desbocado y mis manos descontroladas, me pegan tirones en el pelo presas del pánico y la ansiedad.

 

Ciego y mudo

Agazapado en la esquina del armario, escucho impertérrito lo que acontece en mi domicilio.

A intervalos de tres segundos, percibo ruidos subiendo costosamente las escaleras que dan a mi habitación. Son rítmicos pero pausados, como si algo denso y pesado se arrastrara con esfuerzo entre los escalones. Distingo suspiros, jadeos y lejanamente algo metálico y tosco sesgando la moqueta que cubre los escalones. No logro identificar su naturaleza, pero emana una sensación de humedad y un olor fuerte acre y visceral.

Los gemidos son ahora cada dos segundos, pero sea lo que sea aún no ha logrado entrar a mi habitación. Con suerte decidirá pasar de largo.

Por desgracia, no es así, los ruidos pasan a intervalos de un segundo y noto que ya está dentro de mi cuarto. Mi corazón comienza a latir tan fuerte y descontrolado, que apenas puedo oír nada más. 

 

Vox

Escondido debajo de mi cama, agarro con fuerza mi rosario de la Virgen de Guadalupe implorándole que me proteja en su inconmensurable misericordia.

A intervalos de tres segundos, percibo ruidos de algo subiendo por las escaleras que dan a mi cuarto. Los oigo rítmicos pero pausados. Seguro que es algún rojo bolchevique o un maldito inmigrante deseando robarme todo lo que poseo. Estará frotándose las manos con avaricia el muy cabrón mientras profana mi hogar. De pronto, percibo una humedad y un olor acre visceral que invade toda la estancia. Igual es un sodomita empapado en sudor y flujos varios atraído por mi rectitud, banderas y opulencia. Esos cabrones invertidos no respetan nada!

El alboroto pasa a ser cada dos segundos, poco a poco noto como está más y más cerca del arco de mi puerta. Mi cuerpo, rígido y tenso me impide reaccionar. Salvo mi vejiga y esfínter, que echan a volar.

-¡Esto con Franco no pasaba!- Sollozo impotente esperando mi destino.

 

Drama hollywoodense

Joder, joder, joder!!!! No puede ser!!! Soy muy joven para morir, me cago en dios!– Gritaba desconsolado el quarterback mientras corría aleatoriamente por su habitación.

He llamado a la policía, al F.B.I. y al ejército! Aléjate de mi! Saben que estás aquí! Huye mientras puedas! Me oyes?? Puta cosa del inframundo!!!?? Me estás oyendo??? No te lo vuelvo a repetir!! Voy armado hasta las cejas!! En cuanto te asomes te vuelo la puta cabeza!!! -Amenazó histéricamente sabiendo que todo era mentira. El poker nunca se le había dado demasiado bien. Aquella cosa seguía avanzando pesadamente y la tenía cada vez más cerca-

A la mierda, no pienso quedarme aquí esperando a que me atrapes– Dijo mientras cogía carrerilla para saltar por su ventana y huir lejos de ahí.

 

Millennial

Agazapado en la esquina, dentro del armario, espero silente mi inefable destino.

A intervalos de tres segundos, oigo ruidos subiendo por las escaleras que dan a mi cuarto. Los oigo rítmicos, pausados, como si algo denso y pesado se arrastrara con esfuerzo pero imparable entre los escalones. 

Debe ser sin duda, la maquinaria capitalista neoliberal falocentrista heteropatriarcal, binaria cisgenero y antidemócrata que viene a aplastar mis ideales y convicciones ahogándolas en sus prejuicios, etiquetas y preconceptos adquiridos en nuestra cultura base..

Los crujidos son ahora cada dos segundos. Poco a poco siento su presencia cada vez más cerca y mi cuerpo, rígido y tenso, no puede dejar de sudar y pensar por sí mismo. Ansío cerrar los ojos y taparme los oídos, como si eso fuera a volverme uno de ellos, ciego y sordo frente al mundo que compartimos, pero algo turbio y oscuro me impide ejecutar mi falso mimetismo para salvar mi vida.

El ruido pasa a intervalos de un segundo y percibo esbozos de algo metálico rozando el parquet entremezclado con los gemidos. Deben de ser sin duda las facturas que se me acumulan, la hipoteca que no mengua, el reloj biológico que se dispara, la presión social para crear descendencia y el paripé del casamiento, las obligaciones de mi mal pagado puesto de trabajo y su horario dantesco, el agotamiento físico y mental por mantener un stress innecesario como hábito de vida y quizás también los que le ponen piña a la pizza… Estos últimos son sin duda los más peligrosos…Malditos sean todos ellos!

 

«Oh, colorless
Don’t wanna spend my life in passive depression
I’m just gonna go with the flow, doin’ nothing at all
Doin’ just what I want»

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